sábado, 8 de diciembre de 2007

LOS DOS AMIGOS

Dos amigos entrañables que no tienen que ver
con el relato pero sí con el título






-¡Adiós Alfonso!
-¡Adiós Pepe!

Al cruzarse por la calle ambos amigos, si es que aún podía llamárseles así, se habían limitado a dirigirse un áspero y lacónico saludo para luego seguir sus respectivos caminos. Y, sin bien se mira, el saludo podía haber sido mucho mas frío, podían haber omitido los nombres ,podían, incluso, no haberse saludado. La aspereza estaba mas bien en las maneras , en la expresión del rostro, en algo, en fin, que no se puede decir con palabras, pero que hubiese sido perfectamente percibido por cualquiera que se hubiese cruzado con ellos en aquel instante.

Habían sido amigos inseparables, no se concebía la presencia de uno sin la del otro. La llegada de cualquiera de ellos a un determinado lugar era como el heraldo que anunciaba la próxima del otro. La gente se había acostumbrado a verlos siempre juntos, siempre cordiales, siempre afectuosos con ellos mismos y con los que les rodeaban. Entre todas sus relaciones , incluidas las pocas no comunes, había como una especie de acuerdo tácito para no contar con uno sin el otro y, naturalmente, cuando la ocasión lo exigía, con sus respectivas esposas. Porque ambos estaban casados y la amistad y el afecto que se profesaban se salía de la estricta esfera personal y se prolongaba, como algo lógico y natural, en las relaciones de ambas parejas. No se podía decir que las esposas fuesen tan amistosamente entrañables como lo eran ellos. no formaban, como lo hacían sus maridos , una pareja inseparable, entre ellas, no llegó a existir una verdadera amistad. Cada una tenía su mundo y su vida que le eran propios y solamente las aglutinaba la presencia de sus maridos. Entonces si; entonces eran cuatro inseparables compinches y no había fiesta social, banquete, etc., en la que no se les viese juntos, siempre riendo, siempre felices y alegres. Era una intimidad limpia y sana sin el menor interés bastado, sin la menor reticencia, sin la mas leve nube que empañase aquella serena amistad. Por rara virtud no había caído en lenguas de comadres. Habían tenido el acierto de no promiscuar ni en el mas leve y banal aspecto de sus relaciones matrimoniales. Muy rara vez, en alguna fiesta, bailaba uno con la mujer del otro y no existía fisura por donde pudiese infiltrase el veneno de una maledicencia que, con tanta frecuencia se daba en otros casos similares. También estaban unidos en las horas de dolor, que procuraban compartir con verdadero y fraternal afecto, sin frases, sin gestos protocolarios, si no con el verdadero y sincero deseo de ayudarse a sobrellevar los golpes que la vida, de vez en cuando , les asestaba.

Dice un proverbio chino que “En minuto de error se deshace de un siglo la labor” y así, aquella amistad monolítica se vino al suelo en un momento desafortunado. En realidad fue una futesa y no vale la pena entrar en detalles, Una palabra inoportuna, una reacción inadecuada y se produjo lo inesperado. Fue durante una fiesta en la que se bebió liberalmente y es posible que el alcohol fuese el culpable máximo . Pero se continuó libando hasta que de la alegría se pasó a la histeria y de las palabras a los hechos. Todo fue imprevisible y absolutamente irreparable. Hubo insultos y bofetadas en público y fue tan mortalmente herido el orgullo y el amor propio de ambos, que de nada sirvieron , posteriormente, los buenos oficios de los amigos comunes.

Ya han pasado varios años desde aquel incidente que arruinó una amistad aparentemente inconmovible. En realidad las ofensas están perdonadas, pero los hechos no han sido olvidados, y, las pocas veces que se ven, procuran eludirse. La ciudad es muy grande y, como ya no se buscan, rara vez se encuentran. Hoy se han visto a distancia. Caminaban, en direcciones opuestas, por la misma acera y se dieron perfecta cuenta de que se iban a cruzar. Y así, al llegar uno a la altura del otro, se limitaron a decir:

-¡Adiós Pepe!
-¡Adiós Alfonso!

1 comentario:

RosaMaría dijo...

El relato es entrañable, lástima el final... aunque se vislumbra una luz de esperanza en la relación.